Opinión - Por Martín Fernández Silva *
Los argentinos y las argentinas nos encontramos sumidos en un contexto de múltiples crisis dentro del ámbito social, económico y político. Mientras esa realidad nos corrompe, el presidente Javier Milei ya eligió a su máxima enemiga frente a la opinión pública: Mariana "Lali" Espósito.
Primero suscribiendo posteos de trolls en redes sociales y luego de manera directa. "Lali Depósito" ironizó el mandatario respecto a la artista, en una nota que concedió a La Nación Más. Mientras tanto, las crisis que le duelen de verdad al pueblo siguen. AH PERO LALI.
El argumento de los ataques reiterados es que la cantante, que trabaja desde los 10 años en diversos espacios culturales, cobró dinero del Estado para presentarse a trabajar en festivales y eventos.
¿Acaso alguien aquí podría pensar que está mal que una persona cobre dinero por su trabajo? ¿Acaso los artistas opinan según el color político que le deposita dinero en sus cuentas? Sendos ejemplos demuestran todo lo contrario. Es trabajo. El artista dice cuánto sale su show, quien contrata decide, paga, y el show continúa. Luego, cada uno opinará lo que se le canta.
Si las consignas tendrían respuesta positiva, no habría shows de cantantes peronistas en municipios radicales, ni de cantantes radicales en municipios peronistas. No habría cultura para el pueblo, el mismo pueblo que seguro votó a Milei y que solo espera la tradicional fiesta del pueblo para curar semejante amargura que genera la nafta a mil mangos.
Tamañas consignas eran normales en la época más oscura de nuestro país, aquella que duró 7 años entre 1976 y 1983. Se tuvo que exiliar Mercedes Sosa. Se tuvo que exiliar Nacha Guevara. "Quiero seguir viviendo en democracia", dijo María Becerra, una de las tantas figuras artísticas nacionales que repudió el ataque contra su colega.
La discusión por las prioridades en gastos es válida. Quién no crea que es prioridad un plato de comida vivirá seguramente en una realidad paralela. Ahora bien, quienes definen prioridades son los representantes electos. Juran por Dios, la Patria, los Santos Evangelios, la Constitución, y más. Si algo hacen mal, el pueblo se lo demandará, pero deciden. La culpa no es de Lali, ni de los artistas, ni de la industria cultural. Al contrario. Hace años nuestro país se destaca por exportar valores culturales a todo el planeta. Valen su precio. Valen.
No es un invento argentino. En todo el mundo la industria musical y cultural genera miles de puestos de trabajo. Los artistas más convocantes suelen ser cotidianamente artífices del derrame de millones de dólares en las ciudades que albergan sus espectáculos. La gente compra su entrada, sale a comer y se alberga en algún hotel si es necesario. Sucede.
Sin ir más lejos, Lali se presentó en el Festival Cosquín Rock hace algunos días. ¿Quién lo financia?, se preguntó el presidente antes de profundizar los ataques públicos contra la cantante. Bueno, se trata de un evento privado, con algunas exenciones impositivas. Pero privado al fin.
El Cosquín Rock 2024, que se desarrolló el sábado y domingo pasados en el tradicional predio de Santa María de Punilla, movilizó más de 21 mil millones de pesos, con una concurrencia estimada en más de 100 mil personas. Se concretó en 14 hectáreas, la mayor superficie en Latinoamérica usada para un evento de este estilo.
En paralelo, los seis escenarios que se montaron en el predio, presentaron 106 propuestas artísticas. La realización del evento construyó, una vez más, 5.000 empleos directos.
Allí fue Lali. Cantó, bailó, trabajó. Cobró por su trabajo. Se fue.
Horas después, en medio de tanto revuelo mediático, le contestó al presidente Milei. "Lo invito a un show, se va a divertir", dijo sobre el final de un extenso y cordial comunicado, sin agravios.
Quizás todo sea más simple que lo que aparece en el mundillo tuitero lleno de trolls. Quizás debería disfrutar del show el presidente. Quizás un poco de música le aliviana los pesares de una gestión que se vislumbra complicada. Tiene y tendrá mucho trabajo, cómo cada presidente. Perder tiempo atacando a una artista nacional por Twitter solo muestra EGO, EGO, EGO.
*Martín Fernández Silva - Periodista y Cronista Parlamentario
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